Este ejercicio te permitirá acercarte a la corriente emocional desde una perspectiva distinta. Te invitamos a crear tus propias variaciones de este ejercicio.
1
Toma asiento cómodamente en un lugar que te resulte agradable.
2
Concentra tu atención en la sucesión de emociones que te atraviesen en este momento presente. Sopésalas. Rastrea su origen. Mide su alcance. Déjalas vibrar dentro de ti.
3
Imagina que cada emoción es una fruta: visualízala, recorre su contorno y, si es preciso, dibújala.
4
Define mentalmente cada emoción según los parámetros habituales: positivas y negativas.
5
Prueba a invertir las categorías, atribuyendo cualidades positivas a emociones negativas como la ira o la frustración. A continuación, limítate a observar cómo se suceden: rápidas o lentas, amables o agresivas.
6
Procura no identificarte con tus estados mentales. Déjate arrastrar por ellos.
7
Descubre en qué lugar del cuerpo percibes mejor cada emoción.
8
Registra las imágenes mentales, el tapiz de ecos y resonancias que cada emoción despierta en tu interior. Ten presente que no eres tus emociones, no te identifiques con su torbellino. Déjalas estar, observa cómo emergen y se disuelven en la propia observación.