Una breve historia de DBT

La terapia dialéctica conductual fue desarrollada por la Dra. Marsha Linehan, en los años 80’, inicialmente como un tratamiento para pacientes con tendencia suicida, enfocada principalmente al tratamiento para el trastorno límite de la personalidad en adultos: un trastorno mental con síntomas que van desde pensamientos suicidas crónicos y/o conductas autolesionantes hasta ansiedad y depresión. 

En aquellos tiempos, se pensaba que estos pacientes eran “difíciles” o incluso imposibles de tratar, debido a la complejidad sintomática y la incapacidad de ser abordada exitosamente por los enfoques terapéuticos imperantes de la época. La Dra. Linehan redefinió el trastorno, reformulándolo como un problema específico del sistema de regulación de la emoción que puede abordarse con una intervención estructurada.

Las personas con trastorno límite de la personalidad tienen problemas para regular su estado de ánimo, lo que conduce a la impulsividad y conflictos en las relaciones interpersonales. Lo anterior acompañado de la tendencia a patrones rígidos de y dicotómicos de pensamientos, todo o nada, es blanco o negro. Lo que a menudo los hace sentir incomprendidos por los que les rodean. 

En primer lugar, la Dra. Linehan probó la Terapia Cognitivo Conductual tradicional, que enfatiza el uso de pensamientos conscientes para enfrentar y cambiar las emociones problemáticas, a través del dialogo y técnicas de re-estructuración del pensamiento. Al aplicar este modelo terapéutico, ella no tuvo éxito con sus pacientes. Se enfrentaban principalmente a 3 problemas:

  1. El énfasis en el cambio, generaba que los pacientes sintieran invalidada su experiencia, generando resistencia y abandono del tratamiento o agresividad hacia los terapeutas.
  2. Enseñar nuevas herramientas a los pacientes resultaba extremadamente complejo en el entorno terapéutico en donde el tratamiento estaba constantemente enfocado en la motivación del paciente a morir o atentar contra su vida.
  3. En ocasiones la terapia resultaba dañina para los pacientes, detenían los ataques hacia el terapeuta cuando este cambiaba de tema, desviándose del objetivo del tratamiento y afectando la efectividad del mismo.

Frente a estas dificultades, comenzó a integrar elementos provenientes de otras miradas terapéuticas. El primer y fundamental cambio fue la integración de una mirada de aceptación y validación hacia los pacientes, abrir un espacio de dialectico que permitía el cambio, acogiendo los principios de la filosofía Zen y las practicas contemplativas. Seguido de la ampliación ya no solo de la terapia individual, si no una serie de elementos integrados de tratamiento, como la practica de Mindfulness, el entrenamiento en habilidades realizado de manera grupal y el acompañamiento telefónico directo con el terapeuta. En tercer lugar un equipo de apoyo para los terapeutas, realizar el trabajo en equipo mantiene la motivación de los terapeutas y provee condiciones para lograr un tratamiento efectivo para los pacientes.

Es así como emerge esta mirada terapéutica, que integra múltiples estrategias orientadas a entregar al paciente las condiciones propicias para lograr un cambio y una mejoría en su calidad de vida.

Fotografía: Behavioral Research & Therapy Clinics — University of Washington

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